Vuelvo a Fergana. Esta vez en octubre. La última, recuerdo las corolas de los girasoles y las pipas secándose en el asfalto de la carretera por los pueblos del valle entre Andijan (Uzbekistán) y Osh (Kirguistán), dos lugares separados por el tiralíneas de los soviéticos en 1924 para crear Estados-Nación. Los sorteábamos a las entradas e invadíamos el arcén derecho o izquierdo para evitarlos. Me fijé entonces en los campos de algodón, extensiones verdes y fructíferas, llanuras muy ricas regadas por el gran río Syr Daria, pero no pensé en cómo sería la recolección. Esta vez hace un frío de muerte. Una ola gélida recorre Europa y Asia Central. Si sigue lloviendo, no podrá recogerse. Los copos están gordos, orondos, no dan más de sí, casi eróticos y empiezan a inclinarse peligrosamente hacia el suelo debido al peso del agua. Por eso, los campos están trufados de hombres y mujeres (más mujeres), colores y bultos, hay que recogerlo pronto, cuanto antes, no puede perderse.

 

—¡Cuánta gente!

—Sí, es la recolección del algodón— dice mi amigo Rostam. 

—No me había fijado antes. 

—Sí. Estamos obligados a recogerlo.

—¿Cómo?

—Todo uzbeko tiene que dedicar unos días al año. Solo los jubilados y las mujeres embarazadas se libran. Es como un servicio militar…

—¿No ha cambiado tras el nuevo presidente?

—Lo intentan, pero a China no le gusta que hayan subido los precios y, si la recolección deja de ser obligatoria, los precios son más caros… 

 

Uzbekistán es el quinto exportador de algodón del mundo y dedica el 60% de la producción para enviarlo a China, Turquía, Irán y Bangladesh. Un ingreso anual de más de 1 000 millones de dólares. Hasta la llegada del nuevo presidente del país, Shavkat Mirziyoyev, en septiembre de 2016, el anterior presidente, Islam Karimov, quien gobernó el país autárquica y tiránicamente durante veinte años, controló totalmente la recolección del algodón. Según Human Rights Watch, el gobierno uzbeko obligó a la población (también a niños) a plantar, recolectar y eliminar las malas hierbas, al menos entre 2015 y 2016. Mirziyoyev ha hecho grandes esfuerzos para terminar con el trabajo obligatorio de la recolección y se está produciendo un avance importante. A pesar de ello, existen pruebas de que no se ha erradicado y llevará tiempo que finalice el trabajo y el sistema de producción obligatorios que ha existido durante décadas.

Taskent, la gran capital uzbeka, ha cambiado mucho tras mi primer viaje en 2007. Después de la independencia de la Unión Soviética en 1991, las antiguas repúblicas soviéticas trabajaron en la búsqueda de nuevas identidades. Uzbekistán se desarrolló a partir de la idea de que había sido una gran nación. En 2018, aún es más moderna. Las avenidas más grandes, anchas y cuidadas, y las luces, desorbitadas y evidentes por todo el centro, la convierten en una gran fiesta, y compiten con el reflejo de la puesta de sol del hotel Uzbekistán, la mejor puesta de sol, dicen, del país. Mirziyoyev ha aprovechado el desarrollo de los últimos años para hacer de ella un lugar que pueda atraer la inversión extranjera y erigirse como el centro de negocios de Asia Central. En la parte antigua de la ciudad, muy cerca del mercado Chorsu, uno de los bazares más interesantes y atractivos de las antiguas repúblicas soviéticas y el lugar también donde se mezclan pulcras y rehabilitadas mezquitas y madrazas, asoma un descampado enorme e inquietante. No está muy lejos del gran circo permanente, heredado de la era soviética, con forma de platillo volador que guarda la capital de forma un tanto extraña. En el descampado, con un tamaño de unos cien campos de fútbol, el nuevo gobierno proyecta construir la Taskent City que atraería a la inversión extranjera. Una parte del descomunal solar se ha conseguido desplazando a las familias que vivían allí y echando abajo sus casas de adobe.

Taskent está descubriendo los cafés. Son parecidos a los de otros países y, como estos, son el lugar preferido para la reunión de los universitarios. La lista de cafés, pasteles y zumos y batidos es muy larga y cara. Hay un grupo de alumnas de periodismo. Hablamos.

 

—Formamos parte de la primera promoción de la Facultad de Periodismo que se inauguró en el año 2017. En una ciudad como Taskent se publican alrededor de unos diez periódicos. Cada vez hay más mujeres en los puestos de trabajo. Aquí también hay una feminización de lo laboral. No, no hay censura en los medios de prensa en la actualidad, pero si la hubiera, Mirziyoyev, lo cambiaría. No, jamás nos autocensuraríamos a la hora de escribir.

—¿Mirziyoyev representa una nueva línea en la política y la sociedad uzbekas?— pregunto.

—Sí. ¿No nos ves a nosotras?

 

Uzbekistán tiene una larga historia y el gran conquistador mongol, Tamerlán, que convirtió a Samarcanda en la capital del imperio, es uno de sus héroes nacionales. La voluntad de liberalización en las sociedades de Asia Central tras la caída de la Unión Soviética fue silenciada. Karimov decidía por sí mismo, no respetaba los derechos humanos ni defendía la libertad de expresión. Durante su mandato, llegó a controlar casi todos los aspectos sociales, económicos y políticos del país.

El gobierno de Mirziyoyev ha mejorado los derechos civiles y políticos. Su programa político facilita la convivencia de los diversos grupos étnicos y defiende una mayor tolerancia en asuntos religiosos. Sus reformas se centran en el sector turístico (desde febrero, por ejemplo, ya no hace falta visado para viajar desde España por una estancia mínima de 30 días), el aumento de la actividad diplomática y el desarrollo del sector textil, agrario e industrial. Prueba de ello es la publicación en los últimos meses en la red de informes comerciales detallados que demuestran el interés y los beneficios que generarían el intercambio comercial con el país. Pues, según indican, se encuentra en una etapa óptima para el desarrollo económico ya que forma parte de los países con mayor porcentaje de crecimiento del PIB, con un 6% anual. Uzbekistán posee una gran cantidad de recursos energéticos y minerales (gas, petróleo, oro, cobre, aluminio, etc.) claves para la geopolítica regional que darían continuidad al llamado Gran Juego y servirían para llevar a cabo la Nueva Ruta de la Seda (el plan estratégico de China en cinco continentes por vía terrestre para su mantenimiento económico y geopolítico).

En los dos años del nuevo gobierno, se han producido también cambios significativos en la política regional. La autosuficiencia defendida por Karimov sigue siendo la base del juego de la supremacía del país sobre Asia Central.  Para Mirziyoyev, la región es un organismo singular que ha compartido una geografía y un espacio cultural y económico común durante décadas. Razón por la que ha reorganizado las relaciones políticas con Tayikistán y Kirguistán, a través de un acuerdo que delimita las fronteras y elimina la restricción de visados. Porque, es cierto, atravesar los pasos fronterizos con los cinco países que lo limitan (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán y Turkmenistán) resulta de una enorme complicación desde 1924.

 

—En Estados Unidos hay muchos uzbekos— sigue Rostam— el país los trata con deferencia y tienen más facilidades para conseguir la Green Card que otras nacionalidades. Aquí, también se trata con deferencia a los americanos, por ejemplo, los coches estadounidenses tienen menos impuestos que otros importados.

 

EEUU se ha comprometido con el nuevo gobierno a una inversión de unos 8 500 millones de dólares para los próximos años. La relación de preferencia con Uzbekistán se debe a su situación fronteriza con Afganistán. Se podría decir que el gobierno estadounidense está construyendo una versión de la Ruta de la Seda a su propia medida, continuación del itinerario logístico que creó para proporcionar suministros a sus tropas en Afganistán. 

Rusia sigue siendo el principal socio comercial. Mirziyoyev reconoce que Uzbekistán es deudor de la herencia soviética y que existe un pasado en común.  La estabilidad uzbeka es fundamental también para China, pues el gas que llega desde Turkmenistán debe pasar por el país. Sin embargo, las últimas actividades diplomáticas y acuerdos demuestran que el nuevo gobierno desea mantenerse independiente de las grandes potencias. Así, ejerce una política en múltiples direcciones, heredada de la de Karimov, aunque, Mirziyoyev se demuestra más abierto a las políticas internacionales. El nuevo gobierno debe armonizar el resto de su política exterior con países como Rusia y China, pues estas potencias tienen una gran capacidad de influencia y poder de desestabilización. Uzbekistán, aseguran los analistas ahora mismo, podría servir como ejemplo de un «país pequeño» que puede utilizar su situación geopolítica estratégica para controlar la influencia exterior y permanecer independiente dentro de la política internacional.

 

—Si, es cierto— finaliza Rostam—, ahora hay más creyentes que antes porque hay más libertad religiosa. Los soviéticos reprimieron el islam y Karimov, restringió la libertad religiosa en defensa del estado secular. El nuevo presidente es mucho más permisivo. ¿Qué se recuerda de la época soviética? A la gente le gusta recordarla, dicen que no pasaban hambre, como pasó tras la independencia.   

 

Imagen de cabecera, CC t_y_l