Dos hermanas. Una viva y otra muerta. La primera está maldita por tener «el cerebro bañado de sabiduría blanca», por querer saber y leer. La segunda ha vivido bendecida por una característica única, la de ser una negra albina, rasgo que la convertirá en apetencia sexual de los hombres, es decir, en fuente de beneficios para su familia. «La Dinero y todo Dinero» la llama su gente, la tribu y el vecindario, pero se ha muerto, la han matado, ya no existe y con su asesinato, no generará ni un céntimo. 

Este es el planteamiento de la segunda novela de Trifonia Melibea Obono, escritora y activista de los derechos de los gays y lesbianas nacida en Evinayong, Guinea Ecuatorial, en 1982. En su primera novela, La Bastarda se centraba en el lesbianismo, pero en «La albina del dinero» abre el foco para hablar de las mujeres en su conjunto, de su relación entre ellas y las pone en contexto: el de la sociedad, la Historia y la política de Guinea Ecuatorial.

En La albina del dinero hay un crimen. Algunos de los investigadores que se acercan, tarde y con desgana, a inspeccionar el cuerpo han estudiado en el extranjero criminología y materias similares, pero en Guinea se topan con la realidad, que entre los fang es la magia. Por eso, cuando se investiga el asesinato, la ciencia es un impedimento que viene a eliminar «nuestras costumbres africanas». En cualquier caso, no importa: los crímenes son secundarios frente a la política. Y los asesinatos, más si la víctima es una chica violada, quedan sin investigar si se produce el más mínimo cambio político.

En La bastarda la protagonista era una joven nacida de una mujer soltera que murió en el parto. Al no tener padre es hija de todos los hombres fang y debe elegir a qué familia arrimarse. «Pertenencia» es una palabra clave también en La albina del dinero porque la chica que sobrevive debe posicionarse y decidir a qué familia se adhiere, a la del padre o a la de la madre. El motivo es, entre otros, que la poligamia ocasiona enfrentamientos feroces entre las primeras, segundas y terceras esposas de algunos fang por conseguir la atención y la jerarquía que todas creen merecer.

Obono, que es investigadora sobre temas de mujer y género en África, profundiza en esa rivalidad femenina, en la falta de hermandad y apoyo entre las mujeres, algo que les han inculcado desde niñas sus propias madres, tías y abuelas. Las féminas se enfrentan, no son aliadas y es inusual encontrar una mujer que abrace a otra. Cuando muere la albina acusan a su hermana negra de haberla violado y de nada sirve que el policía diga que eso no tiene sentido. «Las mujeres solteras no tiene valor social», le dice la abuela a la chica que tiene «el cerebro bañado de sabiduría blanca». No es que esté de acuerdo, pero debe decirlo, repetirlo, perpetuar la sentencia entre sus nietas. Frases como esa están en todos los episodios, algunas idénticas y no es un error ni falta de estilo: es la gota malaya que soportan las fang desde que nacen.

En algunos episodios pasa lo mismo, algunos parecen contar los mismos hechos. Con ellos, Obono convierte en música machacona la repetición de dogmas sociales y familiares que se han convertido en condena para las jóvenes como ella. Cantinelas que calan y por eso muchas cumplen con lo dictado. Cantinelas que si no calan, se convierten en doble condena.

El texto está lleno de lirismo, no uno dulce ni amoroso ni compasivo. Se ve en la descripción de los personajes, algo borrosos, y también en la narración, que se demora porque la trama no es importante, lo es el contexto. Por eso en esta novela es vital seguir el compás, dejarse llevar por las descripciones y por las oraciones que actúan como estribillos. También seguir el rastro de los sabores y los olores porque Obono no se ahorra nada, ni el hedor del suburbio, ni el de la muerta, ni el del semen; y su poética da calor, pero no es humano, es el de la podredumbre.

Esta novela es más compleja que la anterior, pues La bastarda era un texto casi confesional, pero en esta Obono abre las miras y al ampliar el contexto, aumenta la desolación. Da igual que sitúe una escena en plena colonización, que en la independencia de Guinea, que en la dictadura de Macías o la adorne con la corrupción de la política local o sus funcionarios: la sensación que genera es la de que no hay escapatoria.

El libro está salpicado de informaciones secundarias pero importantes que hablan del modo en que Guinea Ecuatorial encajó el catolicismo o de la forma en que las señoras usan la música como analgésico, lo que explica que las mujeres fang lloren cantando. Son importantes porque hablan de identidad, la de un país y una tribu que de lejos pueden parecer iguales, pero no lo son pues tal como escribió Boubacar Boris Diop en esta revista África no es un país. Y en La albina del dinero Obono lo recuerda con cada frase.

(Imagen de cabecera, detalle de la fotografía de portada de La Albina del dinero, Ana Yturralde)

LA ALBINA DEL DINERO

Trifonia Melibea obono

Casa África y Altaïr, 2017