Durante un tiempo creemos que el Derecho son palabras. Lenguaje, ese lenguaje que construye los tomos interminables de leyes, reglamentos, tratados. Después vemos que las normas no se aplican, y entonces somos conscientes del salto entre la letra y la realidad. Y cuando investigamos ese salto —esa carencia—, vemos al fin el ingrediente final (o primero): el poder. Bailando entre ideal, voluntad y poder, entre letra y aplicación, es como se accede a las frustraciones y esperanzas del derecho.

Las palabras podrían ser las de las Directrices de protección para los pueblos indígenas en aislamiento y contacto inicial del Amazonas, el Gran Chaco y la región oriental de Paraguay. Publicadas en 2012 por la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, aspiran a defender los intereses de algunos de los grupos humanos más especiales —y, en cierto sentido, desvalidos— de nuestro planeta.

El poder tiene una doble faz. Están las empresas que arrasan los territorios de ...


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